Mujeres de compañía

Escorts en el siglo 21

Escorts en el siglo 21

Blanca llegó a Chile hace dos años. Tenía 27, un cuerpo esculpido en los cuadriláteros del noreste de Venezuela y las ganas de empezar otra vida en Santiago. Blanca, que no es realmente su nombre, sino uno que inventó, quería volver a boxear cuando llegó aquí. Empezó a prepararse en un gimnasio, mientras vivía en un departamento en el centro. Ahí fue cuando se acabó el dinero. Ni conocía la palabra escort —dice—. Una amiga me comentó sobre una página donde ofrecían estos servicios y fuimos a visitarla. Ahí partí. Para mí fueron de verdad horribles los primeros meses, porque nunca en mi vida había hecho esto.

Blanca comenzó en un departamento en la comuna de Santiago que tenía una vista que, recuerda, no era muy agradable. No sabía cuánto cobrar ni los protocolos de una visita: cómo conversar, qué hacer y cuánto valía cada una de esas cosas. 

Por ser atleta, entreno de lunes a lunes. Tengo una operación estética en los senos. Tengo “las” piernas. La cola natural y dura de tanta sentadilla. Mi color de piel ayuda mucho. Me dicen que soy como Pocahontas, porque soy como tal cual, ¿sabes? Cabello largo, fina; los hombres se quedan pegados, me dicen que soy su escort n1.

Pasó el tiempo y ella se fue a vivir con otra escort a un departamento en Las Condes y comenzó a cobrar cien mil pesos más de lo que pedía en un principio. Eso, dice, le permitió ser más selectiva. Ahora mi perfil es más elegante, más alto y, por lo general, mayores y empresarios. De por sí siempre fui una mujer a la que le gustaban los hombres mayores, entonces no me costaba mucho hacerlo.

Viendo lo que podía ganar, la vida a la que podía acceder, Blanca cambió sus planes. Pensó un proyecto que aún no quiere compartir, y se puso una meta: un monto de ahorros con los que podría ir dejando la doble vida que en Chile ha mantenido.  En 2020 cuando llegó el COVID19 se generó un riesgo. Sobre todo para alguien que no quería mostrarse en cámara, ni entregar sus datos personales y bancarios para que le realizaran transferencias. 

Noemi tampoco quería. No tenía tanto que ver con que de día fuese una enfermera de 28 años, con un departamento arrendado y vida en Las Condes, sino más bien con perder el control. Francisca dice que es VIP, aunque no le gusta la palabra. Estoy enfocada a gente que es de estrato alto. Por eso es que no quería que cualquiera pudiese llamarla, tipo escort de lujo. Para mí, mientras más normal la gente, mejor. 

El mundo estaba más allá de Santiago para Sandy. En seis años como escort había aprendido que si bien los mejores precios podían encontrarse en la capital, el volumen no estaba ahí.
Si te vas a Puerto Montt te llaman mucho. Pero la gente es más fea. En cambio, en Osorno son todos lindos, porque son todos suizos, no sé, rubios, pelo fantástico. Allá puedes cobrar 50 lucas. En Santiago es el triple

Me hacen falta las lucas, estoy bien urgida. Yo tengo mi casa, tengo hijos, mis gatos, entonces pucha, tengo que mantenerlos, cuenta Sandy, actualmente escort del sur.

Varias escorts mencionan un reportaje emitido por Mega que mostraba las deficientes condiciones de salubridad en las que algunas trabajaban en el centro, y un allanamiento municipal a dos departamentos en el sector de Escuela Militar, en Las Condes. Qué tiene de malo? dice... ellas trabajan limpiamente como escort de lujo, son serias, se cuidan y cuidan a sus clientes.

Una escort de 22 años que trabajaba en ese sector dice que luego de eso los administradores del edificio donde ella atendía y vivía le pidieron el departamento. 

Actualmente las escorts se han visto incentivadas a explorar las plataformas tipo Unlok, Arsmate y Onlyfans; lo que no implica que todas quienes abren cuenta presten servicios sexuales. Hay una línea donde no quieren caer todas. 

También están los night clubs, casonas, cabarets y las que lo hacen de forma under. En Chile el mercado de las escorts es tabú pero no tanto, pues es un tema del que todos hablan y de alguna manera ubican, pero que en las mesas aún no se toca. Una realidad que se reniega y por una razón moral no se formaliza.

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